Aunque no lo creas… La universidad no es para todos.

Por Matt Price

Hace poco que tuve la oportunidad de platicar con un joven que acababa de graduarse de high school.  Estaba él muy contento porque ya no iba a la escuela.

Yo le pregunté si iba ir a la universidad, y su respuesta fue un “NO” resonante.

Dijo que estaba bien cansado de estudiar y que quiso proseguir con su vida nada más, quizás con un trabajo en la fábrica local en donde podía comenzar sin más ganando once dólares la hora; buen dinero para un joven de 18 años.

Mi respuesta le caía como algo de sorpresa, e iba en contra de todo lo que les dice nuestra sociedad a los jóvenes.  Yo le dije que la universidad no es para todos.

Y luego le dije que eso de nadar en contra del corriente ahora lo podría evitar desilusiones en los próximos meses, y mas: lo puede evitar un sentido de fracaso que lo pudiera perseguir para toda la vida.

El joven se puso todos oídos porque creo que estaba esperando el sermón de costumbre, eso de que “Tienes que ir a la universidad: Si no, te quedarás atrapado de a por vida en un trabajo que no te paga nada”. En realidad, esta presión es tan poderosa que les decimos a los egresados de high school en tantas palabras que van a fracasar en esta vida si no van a la universidad.

Durante los últimos 50 años, más o menos, hemos reducido a la educación de un fin en si mismo hasta una mera medida. La universidad ya no tiene que ver con ampliar a sus conocimientos; tiene que ver con ganar más dinero.

Si crees que estoy mintiendo, pregúntale nada más a cualquier estudiante sobre por qué comienzan los niños a preocuparse por la universidad a los 10 años de edad. Mami y Papi tienen grandes sueños para sus hijos e hijas, pero solamente si hay mucho oro guardado al fin del arco iris.

Hasta nuestros profesores, en su mayor parte, ya no les animan a sus estudiantes a sacar una buena educación para luego enseñarla a otros.  ¿Por qué?  Un profesor no gana casi nada; tienes que seguir una carrera que te pueda ofrecer mucho más dinero.

El sistema ha producido a mucha gente que odia a su trabajo. Mi pregunta número uno para cualquier joven es: “Y tu, ¿qué quieres hacer?”.  La respuesta que recibo de costumbre es “No sé; cualquier cosa, pero solo si puedo ganar mucha lana”. Y así están las cosas.  

Comienzan los niños a estudiar para los exámenes de entrada a la universidad cuando todavía están en la primaria, para sacar buenos resultados para poder entrar a las mejores universidades para estudiar algo que ni les importa un bledo.

Y luego de sacar un grado de una “buena” universidad, solicitan trabajos que no les interesan en lo más mínimo y comienzan a ganar un cheque de pago que nunca es suficiente como para repagar a los préstamos estudiantiles de a veces más de cien mil dólares y que duran hasta 20 años en repagarse. Y eso si es que se gradúan de la universidad.

Muchos jóvenes van a la universidad motivados por la posibilidad de gordos cheques de pago, pero luego fracasan.  Dentro de seis meses, allí están de vuelta, manejando una caja registradora. Por su misma manera de estar se puede distinguir que se ven a si mismos como fracasados.

No han cumplido con nuestros sueños para ellos, y sus propios sueños jamás los tomamos en cuenta.

Somos nosotros los que hemos fracasado al no enseñarles una de las verdades primordiales que todo padre de familia les debe pasar a sus hijos: que el dinero no es todo, y que el dinero nunca te puede comprar la felicidad ni la satisfacción.

A veces me duele saber que estamos tratando de meter clavos cuadrados a hoyos redondos.  Nos hemos transformado en una sociedad que venera a la ciencia y a la matemática a costo de la filosofía, de la historia y de las bellas artes.  Con empujar a la educación en el afán de dinero nos hemos reducido a una sociedad de trabajólicos, odiando al trabajo que desempeñamos mientras compramos muchísimos juguetes sin tiempo para nunca jugar con ellos. La universidad no es para todos. Un grado de universidad no te garantiza una vida feliz.

El dinero no es todo.

El hacer algo que te encanta, aun gratis, ha producido y seguirá produciendo al tipo de personas que a todo mundo les agrada conocer.

Ahora, medítalo bien: ¿Quién será el perdedor a largo plazo? 

[Texto traducido y reproducido con permiso del autor. Matt Price es pastor de iglesia, escritor y comentarista. Su e-mail es theparsonperson@yahoo.com]


[Texto reproducido exclusivamente con fines educationales . O.W.]

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