UNIV 1301--Bizancio Dorado

Un Seminario de Investigación Crítica

La Liberación de Constantinopla

[Artículo publicado en inglés en el Nº 14 de julio-septiembre, 1996, de la revista “Nida’ul Islam” (http://www.islam.org.au). 

Contó ‘Abdullah bin Bashar al-Kath’amy, según su padre, lo que oyó decir el profeta (paz y bendiciones sobre él): “Liberarán a Constantinopla; bendito sea el Amir (general) que sea su Amir, y bendito el ejército, ese ejército”. (Relato del Imán Ahmad)]

Intentos por liberar a la ciudad

Unas pocas palabras pronunciadas por el Imán de la nación musulmana tocante a la promesa de Alá, Toda Gloria a Él, recibida de la lengua de Su mensajero (paz y bendiciones sobre él) que animó a los tenientes musulmanes en distintos instantes a competir con corazones ardientes por liberar a esta ciudad y  así para lograr el honor de la descripción antes dicha con la cual Alá los ha bendecido por medio de la lengua de Su mensajero. 

El primero a dar sitio a Constantinopla fue Mu’auiya hijo de Abu Sufyan, durante el califato de ‘Ali bin Abi Taleb (que esté complacido Alá con él) en el año 34 (ah), y fue seguido por su hijo Yazid, en el 49 (ah), luego Sufyan bin Aus en el 52 (ah), quien fue seguido en turno por Salma durante el califato de ‘Umar ibn ‘Abdul ‘Aziz en el año 97 (ah). También fue asediada la ciudad durante el califato de Hisham ibn ‘Abdul Malik en el 121 (ah), y el último sitio fue bajo el califato de Jarún al Rashid, que tenga Alá piedad de él, en el 182 (ah). Se pararon los sitios cuando comenzó a debilitarse y dividirse el gobierno Islámico y quedaba preocupado por la amenaza de sus enemigos internos y externos hasta no llegar los sultanes otomanos que tomaron turnos asediando a la ciudad uno tras otro sin resultado, hasta  la venida del bendito general que mereció la descripción del mensajero (paz y bendiciones sobre él). Pasó esto unos ocho siglos, más o menos, después del primer sitio. Fue un día 18 del mes de Rabee’ al Auual en el año 857 (ah), cuando el sultán otomano Muhammad al-Fateh, que tenga Alá piedad de él, se movilizó contra la ciudad con su ejército de 150.000 muyajidín muy dispuestos a lograr el gran honor de cumplir con la promesa bendita. 

Sin embargo, no confiaron su suerte solamente en la promesa. También se prepararon a fondo para alcanzar a la victoria. Cuenta el historiador Ismail Hami Danshbund, contemporáneo del sultán Mohammed al-Fateh, que “Desde el momento cuando ascendió al trono,  pasó el sultán largas horas cada noche estudiando las planillas de la ciudad, buscando puntos defensivos estratégicos y tratando de encontrar puntos débiles de los cuales podía sacar provecho, para así formar un dispositivo de ataque contra estos mismos puntos. Además, memorizó el sultán los detalles de todos los intentos anteriores por liberar a la ciudad, los nombres de los comandantes respectivos, y a qué se debían sus derrotas. Seguía discutiendo con sus tenientes y generales los requisitos necesarios para la ofensiva final. Ordenó también a los ingenieros construir lo que fuera necesario para facilitar a la liberación. Fueron construidos cañones gigantescos que disparaban numerosos obuses pesados y bombas de hasta tres toneladas. Además fue utilizada por primera vez en el ataque a Constantinopla la otra artillería pesada que el sultán mismo había hecho construir, y que tuvo gran efecto en la liberación de la ciudad. Fue esto el aspecto material, pero en el aspecto moral, llevó consigo a muchos eruditos e Imanes eminentes, entre ellos al jeque Alqourany y al jeque Jisraui, quienes hicieron animar a los soldados y los incitaron al yihad (a la guerra santa). Y, tratándose de sus enemigos, tan pronto que llegó a las murallas de Constantinopla ordenó la llamada del Azán (a rezar) de Jum’a (la oración poco después de mediodía) y comenzó a rezar. Cuando vieron los Bizantinos a los cien cincuenta mil Musulmanes rezando tras su líder y el sonido de su takbir (plegaria) resquebrando al horizonte, comenzaron a temblar de puro miedo y preocupación, y fueron derrotadas sus mentes antes de sus cuerpos. 

La batalla

Después de haber dividido y emplazado a su ejército, el sultán mandó a su mensajero al rey de Bizancio exigiéndole la entrega de la ciudad y ofreciéndole plena garantía de seguridad para los residentes de la misma y sus pertenencias, sus personas, sus creencias y su honor. El rechazo de esta oferta por parte del rey y su declaración de guerra  contra los Musulmanes tuvo como resultado el bombardeo de la ciudad durante 48 días causando la destrucción de algunas de las murallas exteriores sin llegar a las murallas interiores. Resistió la ciudad a otras operaciones. Cuando el Rey Constantino se dio cuenta de la gravedad de su situación, escribió al Papa, quien le ayudó con cinco grandes barcos cargados de armas, pertrechos y soldados, levantando así el moral de los defensores.

Sin embargo, no duró mucho su júbilo porque a la mañana siguiente fueron sorprendidos por ochenta barcos en el golfo que había sido bloqueado con cadenas pesadas y que estaba fortificado con una gran fuerza. A pesar de eso el sultán, con mucha previsión, hizo transportar los barcos por vía terrestre, abriendo paso a ellos con diez kilómetros de troncos de árboles lubricados con aceite para trasladar esos barcos gigantes con sus decenas de miles de soldados hasta las aguas del golfo detrás de las defensas enemigas. En ese preciso momento cuando llegaron los barcos  al golfo, estaban en llamas los barcos bizantinos gracias al fuego de la artillería otomana, pero aun así resistió Constantinopla una vez más. 

Sin embargo, persistió el sultán, y fue ordenada la excavación de túneles subterráneos para meterse a gatas a la ciudad, aunque el descubrimiento prematuro de estos por parte de los Bizantinos los dejó sin efecto. 

La proeza militar 

Con el nuevo amanecer, ordenó el sultán armar a su arma secreta que él mismo había inventado: una torre móvil gigantesca, más alto que las murallas de la ciudad, acomodando a cientos de soldados. Sembró esta el temor entre los Bizantinos, haciéndoles creer que  los Musulmanes empleaban a demonios en sus batallas. Después de que los Musulmanes quebraron las murallas intermedias, alcanzaron los defensores a destruir las torres móviles echándolas fuego griego. Sin embargo, iba debilitándose la resistencia de la ciudad cuando el anochecer los dejó a los Bizantinos llenos de temor, haciéndoles pasar la noche en sus iglesias pidiéndole a su señor el socorro de los Ángeles Azules para rescatar a Constantinopla de los Musulmanes. Mientras tanto, el sultán paso la noche animándoles a sus ejércitos, recordándoles el hadit (la tradición) del mensajero (paz y bendiciones a él) y rogándole a Alá la victoria. 

La entrada a la ciudad

Tan pronto llegó el nuevo amanecer comenzaron los soldados su ataque general. Los Musulmanes empezaron a erigir torres y escalas y a tirar proyectiles contra las murallas interiores de la cuidad. Sin embargo fue demorada su liberación  por las fortificaciones de la ciudad y la defensa desesperada de su ejército y cayeron martirizados miles de soldados musulmanes. Cuando el sultán se dió cuenta de la magnitud de sus pérdidas, ordenó a su infantería retirarse, mientras ordenó también un bombardeo continuo hasta mediodía, cuando ordenó un ataque total y los animó a esto. Atacó el ejército y lograron entrar a la ciudad algunos muyajadines; primero entre ellos el Muyajid Hasan Ulu Badi con treinta de sus hermanos. Pero las flechas les cayeron como lluvia desde todos lados y cayeron ellos martirizados. Luego, empezaron los Musulmanes una retirada, y por poco huyeron en desbandada. 

La importancia del líder en la batalla. 

A estas alturas surgió el papel primordial del líder en la batalla cuando el sultán se dirigió a sus soldados, tomando como ejemplo al mensajero de Alá (paz y bendiciones a él) cuando la batalla de Uhud, dando ejemplo de valor en pocas palabras, diciendo “hijos míos, aquí estoy, dispuesto a morir en el sendero de Alá, así que, quien desea el martirio, a seguirme a mí.” Y luego surgieron adelante los Musulmanes tras su líder como la inundación que surge de de una presa desbordada, derrumbando a los obstáculos del kufr (paganismo) hasta entrar a la ciudad y levantar allí la palabra del monoteísmo… Fue de esta manera que cayó la ciudad de Heraclio, que había resistido obstinadamente frente a los Musulmanes durante ocho siglos… Fue así que entraron, borrando al gobierno bizantino y abriendo las puertas de Europa a la llamada del Islam. Quedaba grabada una página brillante de nuestra historia, realizando la promesa del mensajero de Alá (paz y bendiciones a él) así como cuando fue preguntado sobre cuál de las dos ciudades se iba liberar primero, Constantinopla o Roma, y respondió él, “La ciudad de Heraclio (e.d., Constantinopla) será liberada primero”. (Ahmad, autentificado por al-Albany). 

Por el hno. Muhammad El-Halaby.  Traducido por Owen Williamson

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