En una carta dirigida a un joven de 12
años de edad, Mark Twain escribió, "Me doy cuenta que usas un lenguaje sencillo y
simple, palabras cortas y oraciones breves. Así se escribe el inglés:
es la manera moderna y la mejor manera de hacerlo. Siga haciéndolo así, sin
dejar entrar la pelusa y las florcillas y la verbosidad".
Ay de nosotros; muchas veces con el paso
de los años sí dejamos entrar la pelusa y las florcillas y la verbosidad. La
composición hoy en día tiene demasiada grasa sin músculo: peso sin fuerza.
Mucho de lo que leemos día tras día va desde lo gordito hasta la obesidad
grosera. De niños escribimos oraciones así: "Mira a Ricardito correr." Ya de
adultos más bien escribimos, "Resulta imperante observarlo asiduamente a
Ricardo mientras esté travesando el terreno a velocidad acelerada".
Ganamos peso y perdemos fuerza, al igual que nuestra prosa.
¿Qué pasa con nuestra
composición escrita entre la niñez y la madurez? Una cosa es que cambian
nuestras razones por escribir. El niño escribe por la mejor de las razones:
para decirle a alguien algo que valga la pena decir. La pequeña Janie Jones
solo quiere que sus amigos conozcan a su perrito, Spot. Su única
preocupación es la de compartir su alegría de que "Spot es el mejorcito
perro de todo el mundo".
El Sr. Jones, el papá de Janie, también tiene algo que
vale la pena contar: el flamante plan de marketing de su compañía, que bien
puede ser o no el "mejorcito" plan de marketing de toda la industria. Pero
su razón verdadera por escribir un largo memorandum sobre el plan es que
quiere ser percibido como participante en el desarrollo del plan. Y,
mientras escriba se preocupa por la impresión que pueda ofrecer su texto a sus
colegas, y en especial a su patrón. Escoge sus palabras con cuidado: busca
utilizar más y más palabras y palabras más grandes. Aun si sus
instintos le dicen que escribiera de manera sencilla, tiene miedo de que su memorandum no lo vayan a tomar en serio.
Janie no tiene semejante preocupación. Mientras use ella
un vocabulario de segundo año de primaria, simple, claro y sin pretensiones,
su papi se aprovecha de la terminología de marketing que aprendió sacando su
Masters. Dependiendo por completo de la jerga profesional, lo echa un par de
alternativas viables, un nuevo juego de parámetros, y un plan de
prioritización que hay que ser implementar en este momento preciso de tiempo:
la manera burocrática de escribir "ahora". Termina produciéndose un
documento hinchado, pomposo y sinsabor, lleno de sonido y furia significando
muy poco.
Mientras más crezca Janie, más se parece su prosa a la de
su papá: faltando calidez, sinceridad y dirección. Comienza preocuparse por
impresionarles a sus compañeros de clase y a sus maestros, o hasta a su
papá, mientras Papi se preocupa por impresionarle a su patrón. Ya en la
secundaria el maestro pide a su clase un informe sobre sus vacaciones de
verano y les exige un mínimo de 800 palabras. Esto le anima a Janie a usar
dos o tres palabras cuando uno le sirve mejor, solo para extender su texto
hasta el mínimo de 800 palabras establecido por el maestro. Así es que lo
que pudiera haber sido un texto interesante y firme de 500 palabras sobre
unas vacaciones a Disney World termina siendo ni más ni menos que otro
ejemplo de la prosa flácida, gordona y floja, arrastrándose adelante sin
fuerzas.
Es más, Janie y el
Sr. Jones leen tanto texto hinchado
que comienzan a imitar a ese estilo que ya les parece normal. Aun si tuvieron
la suerte de haber recibido una buena instrucción de composición en la escuela,
dejan en el olvido las lecciones que les costaron tanta pena. Pierden
confianza en su capacidad de escribir de manera clara y convencedora.
Subestiman el poder y la gracia de la oración declarativa sencilla. Para
comunicar su punto de vista se apegan a la teoría de que si es buena una palabra , dos palabras han de ser dos veces mejor.
Lejos de contribuir a la iluminación del lector, la
verbosidad hace envolver el significado en una neblina de confusión. Como
escribió el autor, maestro y periodista William Zinsser, en "Writing Well"
(Escribir Bien), "Se mejora la composición escrita en tanto a las cosas que
podemos quitar de ella, que no deben estar allí". Más probablemente, el
cortar la grasa es la manera más rápida y segura de mejorarla. No importa
cuan sólida es tu comprensión de la gramática, la puntuación, la ortografía
y demás fundamentales; no puedes escribir bien sin aprender a escribir con
menos palabras.
Traducido de
Lederer, Richard. “Cut the Verbal Fat.”
Mensa Bulletin: October, 2002.
12.